18 Porque Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios. Él sufrió la muerte en su cuerpo, pero el Espíritu hizo que volviera a la vida. 1 Pedro 3:18
Hoy es Viernes Santo.
Cristianos de todo el mundo se reúnen en servicios especiales para reflexionar sobre la cruz y agradecer a Dios por lo que ha hecho por nosotros en Cristo.
Él ha dado su vida por la nuestra. El reformador Martín Lutero lo llamó el “intercambio glorioso”. Nosotros somos los que merecemos estar ahí arriba. Pero en un acto de abnegación amorosa, él toma nuestro lugar. Él obtiene lo que nosotros merecemos (por nuestro pecado y rebeldía) y nosotros obtenemos lo que él merece (por su perfecta obediencia y fidelidad). Las promesas eternas de Dios son nuestras, no como recompensa, sino como un regalo que Cristo nos ha dado.
Como se nos dice en 1 Pedro 3:18: “Cristo también padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios…”
Algunas personas caminarán por las calles en una procesión cargando una cruz. Algunos se involucrarán en ministerios especiales para niños. Otros pasarán tiempo en silencio.
Lo importante es reflexionar sobre la gravedad de lo que ha hecho y dar gracias.
Permíteme compartir cuatro palabras para que las medites mientras pasas tiempo al pie de la cruz.
Su dolor, tu ganancia.
-Llevaba la corona de espinas… para que pudieras beneficiarte de su reinado eterno.
-Recibió la flagelación y la golpiza… para que tú no tuvieras que hacerlo.
-Fue traspasado… para que fueras abrazado por el perdón de Dios.
-Experimentó el abandono… para que pudieras tener comunión con Dios.
Hay una razón por la cual la cruz es el símbolo universal de la fe cristiana.
Su dolor, tu ganancia.
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