(Isaías 53:5).
Susanna Petroysan y su hija de 4 años vivían en la Armenia soviética. Fueron a visitar a un familiar en un edificio de apartamentos el 7 de diciembre de 1988.
Después de su llegada, el país fue golpeado por un terremoto masivo. Estaban en el quinto piso y no había tiempo para escapar. Cayeron por el suelo y bajaron al sótano.
Era un edificio de 9 pisos, por lo que otras personas y escombros cayeron a su alrededor.
Estaban atrapados, pero afortunadamente vivos.
Las horas se convirtieron en días. “Mami, necesito un trago, por favor. Tengo mucha sed.» Susanna pudo encontrar un frasco de mermelada de mora. Se lo dio todo a su hija.
El tiempo avanzaba. “Mami, tengo mucha sed”. En ese momento, Susanna entraba y salía de la conciencia. Pero recordó un documental de televisión sobre un explorador del Ártico que se había cortado la mano para mantener vivo a un amigo qué ya no aguantaba más él hambre.
Las manos de Susanna estaban entumecidas y doloridas. Cogió un trozo de cristal roto y se cortó la mano. Su hija tenía algo de la sangre de su madre. “Por favor, mami, un poco más. Córtate otro dedo.
Susanna no sabe cuántas veces se cortó. Pero ella siguió haciéndolo una y otra vez. Su sangre era la única esperanza de su hija.
Esta historia es a la vez discordante e inspiradora. También llama nuestra atención sobre lo que Jesús ha hecho por nosotros. Él se sacrificó por nosotros en la cruz. Su sangre es nuestra única esperanza.
“…por sus heridas fuimos nosotros curados.”
Cuando adoramos a Dios, ¿qué actitud tenemos? No importa lo que haya sucedido durante la semana anterior, debemos esforzarnos por tener una postura de gratitud radical.
Es fácil sentirse con derecho, como si Dios nos debiera algo. Es por eso que debemos recordar que, de lo contrario, estamos enterrados en los escombros del pecado y somos incapaces de ayudarnos en nuestra situación por nosotros mismos. Absolutamente todo lo bueno en nuestras vidas, en esta vida y en la próxima, es el regalo de la gracia de Dios para nosotros en Cristo.
Adoremos con sobreabundante gratitud al que murió por nosotros, para que tengamos vida con él.
0 comentarios